[015] - Junio


Antes pensaba que los momentos de karma pasaban desapercibidos para la gente, pero yo siempre estuve muy atento. De niño pensaba que eran momentos simples y comunes y estaban en nuestra rutina, desde el hecho de no dar una limosna hasta de no ir a misa los domingos y en cierto punto comprendí de una manera muy tonta que las cosas no se cumplían tan a rajatabla. En una avenida que usualmente utilizaba como ruta para ir al colegio, llegaba a un punto en el que pasábamos por dos imágenes a los dos lados de la avenida y constantemente reflexionaba ante cuál debería persignarme primero, o hacerlo rápidamente con ambas porque el autobús no bajaba la velocidad para que cumpliera con algún supuesto mandato divino. Realmente este tipo de ideas se rompieron cuando pasábamos en el auto familiar frente a una iglesia enorme y elegante, y yo muy respetuoso, porque era lo que me habían inculcado desde niño, procedí a persignarme como ante esas imágenes, a lo que mi madre violentamente cogió mi brazo en el proceso casi gritando “¡esa no es una iglesia católica!”. Este fue uno de los momentos en que mi cerebro empezó a cuestionar y a funcionar libre de indicaciones previas, se separó la idea de lo correcto y lo supuestamente correcto, pero a diferencia de mi amigo Emil, desde el primer momento sentí que la claridad era un privilegio.

– Continúa –

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