Al día siguiente, nuestro “amigo” entró a la universidad con una inusual sonrisa, tal vez imaginando todo el desconcierto que había causado. Java y yo estábamos sentados estratégicamente en el patio de la cafetería, ambos con lentes oscuros y una satisfactoria sonrisa en el rostro. Estabamos rodeados de nuestros amigos a modo de escudo que se burlaban de nuestra huachafada (estaba muy nublado y nadie sabía nada). A medida que se acercaba a la cafetería su sonrisa cambió a mueca, ya que todo parecía estar normal, que no había ningún problema; frunció el ceño, pidió un par de cigarrillos y se fue fumando visiblemente nervioso. Ya dentro de uno de los salones de clase, el profesor estaba entregando notas, y todos estaban contentos y riéndose, incluso mi amigo que había pasado por una feliz décima. Fue cuando el profesor llegó a un exámen que no concordaba con la nota ingresada en la intranet. – ¿Yañez?, ¿Puede acercarse? – le dijo el profesor.
– Debe haber sido un error de digitación, usted tiene quince en el final, pero en la intranet figura veinte, es más, todas sus notas están cambiadas… – a lo que Yáñez le arranchó el papel de las manos y volteó el monitor bruscamente. – ¡Tranquilo! sólo vamos a tener que pedir que repongan su nota y revisar… esto está muy extraño – le dijo el profesor, murmurando la última parte y mirándolo sospechosamente. Él volteó la mirada ante las treinta personas que estábamos en el salón, desconcertado, como buscando algún indicio de lo que estaba pasando, yo estaba de espaldas en la primera fila y Java frente a mi, ambos aún escudados por nuestros amigos, en todo momento evitando contacto visual o acercamiento, ya que ese había sido su principal error desde el inicio.
– Continúa –
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