[001] - Junio


Estuve esperando impaciente a mi hermano, jugando con el encendedor de metal que siempre cargo en el bolsillo, aquel que quería dejar en casa, pero como costumbre lo tomé junto con la cajetilla medio llena, las llaves del auto y mi billetera; ya había intentado dejar de fumar varias veces, pero mis amigos y ex enamorada se burlaban de mi cada vez que quería dejarlo, tal vez por eso nunca pude. Acababa de sustentar la tesis y por fin todo había terminado, la universidad había parecido interminable, porque tuve que trabajar para pagarla y me retracé un par de años, lo único que me llevo conmigo son las amistades, personas pensantes y decisivas que influenciaron en mi, aunque sea de una manera positiva o negativa, y ahora me llevo mi título de Ingeniero de sistemas. Por fin mi espera terminó y mi hermano apareció, me debía dinero, – ¡Marcelo!- llamó alzando las manos; bajé del auto y me acerqué con un cigarrillo en la mano. – Hace frío ¿no? – me dijo frotándose las manos. – Apúrate que tengo que regresar a la oficina, me escapé un rato diciendo que tenía que hacer un trámite en la universidad.- le dije pisando el cigarrillo.

La oficina donde trabajo tiene contratos de desarrollo de software para empresas privadas hasta empresas del estado, lo cual nos da acceso a mucha información restringida y privilegiada: registros, cuentas bancarias, deudas, información médica, etc. Administrar determinadas bases de datos y tener acceso a cierta información te da una idea de poder, la cual está supuestamente protegida por muchos contratos legales, sistemas de protección y un riguroso proceso de selección: pero finalmente todos éramos expertos en sistemas y nuestro nivel se medía en el monitor, todo era fácil de burlar. Yo no era ningún santo, muchas veces modificaba algunos registros para beneficiarme en algunas cosas. Siempre he considerado que la habilidad de las personas determinan su estatus, su poder, pero eso sí, con el debido cuidado, ya que si no planificas bien las cosas, tienden a regresar para golpearte en la cara, y hasta destrozártela.

- Continúa -

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