Él despertaba cada cierto tiempo, y cada momento que se daba cuenta que había sucumbido ante el cansancio maldecía en voz baja. Sus sueños se habían multiplicado por cada simple parpadeo. Esta vez era una paloma gris, que volaba por encima de todo. Reconocía las calles e iba en dirección conocida, sabía el camino, pero era un ángulo diferente. Aleteaba fuerte, como si tuviera prisa y se dio cuenta que volar no era fácil, le quitaba el aliento, se cansaba fácilmente pero podía sostenerse en el viento por unos momentos con las alas extendidas. Le molestaba el sol en los ojos por atreverse a mirarlo directamente, lo cual le dejó una huella de luz que no le permitía ver fácilmente. Llegó a una esquina, y en un tejado se detuvo, maldiciendo que no podía sobarse los ojos.
- Continúa –
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