Ella, luego de ofrecerle un segundo café, ya más relajada, le ofreció una toalla la cual le aseguró estaba recién lavada y muy limpia, para que vaya a echarse al sol. Él, primero dudó, pero considerando que había sido un día fuera de lo normal, aceptó sonriente tomó la toalla agradeciéndole a la mujer que lo hacía con esa amabilidad que encuentras pocas veces. Le encargó a la mujer que le guardara algunas cosas, y caminando en la arena con sus zapatos de vestir, se acercó a la orilla hundiéndose en cada paso, a lo que regresó y se los encargó también a la mujer. Nuevamente intentó adentrarse en la playa, y muy estratégicamente sentarse relativamente cerca a la silente lectora.
- Continúa –
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