[031] - Agosto

Jano volvió a su realidad, sólo se dio un baño y se acostó a dormitar por un par de horas antes de ir a trabajar esa noche, nuevamente de madrugada. Todo sería igual, no habría ninguna variación; sólo que esta vez, en sus sueños ella tendía a aparecer e inexplicablemente la niña que mendigaba en el bus.

Pasaron algunos días después y se la cruzó en la tienda, lo cual volvió a acelerar su respiración. Pensó que tenía una nueva oportunidad, pero luego de secarse el sudor de las manos con el pantalón, se dio cuenta que no le había preguntado su nombre.
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[030] - Agosto

No hablaron en el camino a casa, incluso cuando bajaron del bus y Jano se había dado cuenta que le había dado a la niña todo el dinero que tenía en el bolsillo; guardó silencio avergonzado mientras su acompañante pagaba el taxi una vez cerca a casa. Él quiso decirle muchas cosas, preguntarle miles de cosas. Los ojos de ella estaban inquietos, como buscando algo que decirle o preguntarle mientras el tiempo juntos se acababa. Tal vez si quería un café ya que debía tener frío, o tal vez comer algo más tarde o en la semana, pero ninguno de los dos se atrevió a decir nada.

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[029] - Agosto

Por un segundo no pudo respirar por la aceleración de sus latidos y miró de reojo a su compañera, la cual estaba buscando su monedero en su tremendo bolso multiusos, y no pudo soportar ese sentimiento de culpa y buscó lo que tenía en el bolsillo y lo dejó caer en la mano de la niña sin siquiera mirar. Normalmente no acostumbraba dar dinero a los mendigos que abundan en la ciudad, mucho menos a niños que son obviamente manipulados por gente mayor, pero esta vez la niña había sido muy inteligente para romper la moral de la gente indiferente; había apelado a “la culpa” y el miedo a un castigo o una recompensa divina a la que aspira una población criada en bases cristianas. La niña se bajó del bus con más de cuarenta soles, incluyendo ocho soles de Jano.

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[028] - Agosto

Jano no era de las personas que iba a misa, ya que en su edad adulta por fin se había revelado contra las presiones de terceros respecto al tema de la religión. De niño, subconsciente había sido atacado brutalmente por las ideas religiosas de su madre y los profesores del colegio de curas donde lo programaron a ir a misa tres veces a la semana, rezar el ángelus al medio día, rezar completo el rosario todas las noches sino la virgen no te abrirá la ventanita en el cielo y finalmente, no serás recompensado por diosito.

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[027] - Agosto

Esto le parecía terriblemente molesto y volteó a mirar por la ventana, tratando de ignorarlos. Pero las palabras en la canción de la niña empezaban a golpear su cerebro ya que no reconocía la letra e inconcientemente trató de prestar atención a lo que la niña cantaba. “Diosito te va a castigar, si no ayudas a tu prójimo, Diosito te va a castigar” y repetía la misma frase más de cincuenta veces, mientras el niño más pequeño saltaba y bailaba aplaudiendo.

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[026] - Agosto

El camino a casa fue silencioso, la gente en el bus hablaba en voz baja, con voz cansada y felizmente todos estaban sentados. Sus prendas estaban un poco húmedas aún. Ella le prestó un pareo para sentarse, y él se sorprendió lo organizada y precavida que ella podía ser. Tenía un bolso en el que cargaba todo lo que podía necesitar y cubrir cualquier tipo de emergencia. Luego de eso, se acurrucó en el asiento y pretendía dormitar en el camino. Esta vez soñó algo relacionado a aviones, pero fue interrumpido por la canción desentonada de unos niños que subieron a mendigar dinero.

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[025] - Agosto

Entonces sintió que todo se congelaba y despertó en el momento que una ola se abalanzaba encima de ellos. Ambos se habían quedado dormidos, ella con la mano en la frente de Jano, él en posición fetal. Era ya tarde, todo era azul, y la cabañita estaba alumbrada con un televisor en bajo volumen. Ambos se miraron empapados y regresaron tiritando en el primer bus que vieron.

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[024] - Agosto

Él despertaba cada cierto tiempo, y cada momento que se daba cuenta que había sucumbido ante el cansancio maldecía en voz baja. Sus sueños se habían multiplicado por cada simple parpadeo. Esta vez era una paloma gris, que volaba por encima de todo. Reconocía las calles e iba en dirección conocida, sabía el camino, pero era un ángulo diferente. Aleteaba fuerte, como si tuviera prisa y se dio cuenta que volar no era fácil, le quitaba el aliento, se cansaba fácilmente pero podía sostenerse en el viento por unos momentos con las alas extendidas. Le molestaba el sol en los ojos por atreverse a mirarlo directamente, lo cual le dejó una huella de luz que no le permitía ver fácilmente. Llegó a una esquina, y en un tejado se detuvo, maldiciendo que no podía sobarse los ojos.

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[023] - Agosto


Esta vez primero lo vio acercarse a la orilla muy torpe y con zapatos de vestir. Su piel era muy blanca, lo que indicaba que tampoco acostumbraba ir a la playa, a lo que ella miró su brazo y pecho y se dio cuenta que posiblemente ambos estaban demasiado crudos. Él estaba tumbado en una toalla un tanto descolorida, y después de mirar un par de veces de reojo se quedó dormido. Fue cuando ella decidió acercar sus cosas y sentarse cerca a este chico, también para cuando despertase ofrecerle un poco de bloqueador solar ya que cogería una fuerte insolación. Tendría unos veintiocho años y tenía un cabello un poco largo y ondulado, desordenado y debiera ser un poco rebelde para peinar.

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[022] - Agosto

Luego una sonrisa iluminó su rostro ideando una travesura. Armándose de valor, porque nunca lo había hecho sola, cogió sus cosas y salió de casa sin avisar, éste día era de cosas nuevas. Era interesante bajar a un lugar tan silencioso y tan tranquilo, el tiempo que había estado de vacaciones, había experimentado un vecindario tranquilo y muy callado. No le gustaba la luz de las doce del día que caía sobre su sala, esas que van acompañadas de una radio con música del recuerdo, que por más extraño que le pareciera sabían a sopa. Nunca se hubiera atrevido a hablarle a alguien que no conociera, menos en la playa un martes por la mañana con tan poca gente alrededor, pero a este chico de pelo negro lo había visto siempre, llegando con cara de zombie a las siete y media de la mañana, varias veces pasó por su lado pero él parecía dormido, absorto, no en esta realidad.

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[021] - Agosto


Ella había dejado su libro en francés en la toalla de color lila. Estaba tratando de terminar de leerlo pero las palabras eran muy confusas y cada vez más complicadas. Por más que le gustara el idioma se le hacía muy difícil aprenderlo y tartamudeaba mucho al tratar de hablarlo, y terminaba haciendo muecas al intentar una pronunciación correcta. Era una persona muy nerviosa, frágil e impulsiva desde siempre y los años habían pasado tan rápido que tal vez su manera de pensar era la misma de una niña. Esta mañana se había puesto unos lentes oscuros inmensos, que cubrían sus cejas y escondían un par de pecas concentradas en el medio de sus pómulos. Estaba de vacaciones pero no disponía de mucho dinero para viajar como hubiera querido y parecía que a todos se los había comido la tierra, todos trabajando o estudiando. Estando en su cama temprano, tratando de leer su libro en francés pensó que sería mucho mejor hacerlo en la playa, lo cual pensó que era disparatado.

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[020] - Agosto

Era la chica de los cabellos largos que rozaban con su pecho pálido. Y siguió hablando mientras que Jano se sentaba y trataba que unirse a esta realidad mirando a todos lados. Ella le decía que por más delicioso que fuera dormir en la playa debería tener cuidado ya que la gente no es tan bien intencionada. Ella se había percatado que el vecino de la toalla del costado se había quedado dormido, y lo vio tan pálido e indefenso que decidió acercar la suya para velar su sueño. Él le preguntó cuanto tiempo había pasado y ella le respondió que a lo sumo una hora y media.

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[019] - Agosto

Estuvo un tanto pendiente de su vecina pero los párpados se hacían pesados. No podía mantenerlos abiertos y no recordaría exactamente en que momento se quedó dormido. Soñó que se sumergía en el mar y el silencio se apoderaba de él, ese silencio que no sabía que tanto le disgustaba. El sol se incrustaba en su garganta sin poder respirar y cuando ya no podía más despertó. Una sombra sobre él aún no enfocaba la imagen y una voz suave le dijo que no debería quedarse dormido en la playa.

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[018] - Agosto


Tendió la toalla en la arena, sintiendo que nunca antes lo había hecho. La extendió lo mejor que pudo ya que el viento no lo dejaba hacerlo bien. Una vez listo para sentarse en ella, se percató que tenía un dibujo muy infantil estampado en la felpa. Sólo sonrió y trató de cubrirla con la ropa que se iba sacando. Se quedó descalzo con sus jeans doblados y su espalda pálida que daba la idea que estaba enfermo o algo.

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[017] - Agosto

Ella, luego de ofrecerle un segundo café, ya más relajada, le ofreció una toalla la cual le aseguró estaba recién lavada y muy limpia, para que vaya a echarse al sol. Él, primero dudó, pero considerando que había sido un día fuera de lo normal, aceptó sonriente tomó la toalla agradeciéndole a la mujer que lo hacía con esa amabilidad que encuentras pocas veces. Le encargó a la mujer que le guardara algunas cosas, y caminando en la arena con sus zapatos de vestir, se acercó a la orilla hundiéndose en cada paso, a lo que regresó y se los encargó también a la mujer. Nuevamente intentó adentrarse en la playa, y muy estratégicamente sentarse relativamente cerca a la silente lectora.

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[016] - Agosto

El olor del mar y el sonido de las olas eran como estar en uno de sus sueños y esbozaban una sonrisa culposa en su rostro, le gustaba respirar hondo en este lugar. La señora que lo atendió le dijo que era evidente que no se tendía en el sol hacía mucho, por lo pálido de su piel, incluso le preguntó con algunos reparos si estaba enfermo, cáncer o alguna terminal. Él sonrió cerrando los ojos y le dijo sin abrirlos, no, nada de eso. A lo que ella suspiró aliviada persignándose cogiendo el crucifijo que le colgaba del pecho.

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[015] - Agosto


Finalmente llegaron a la playa a un par de cientos de kilómetros de donde él se suponía que debía estar. Él bajó casi al mismo tiempo que la chica de los cabellos largos y se adelantó para observarla desde algún punto ciego. Vio que tendió una toalla pequeña en la arena y se sentó en ella, descargando algunas cosas de su bolso. Luego se untó un par de cremas en la piel y se tumbó a disfrutar de su libro. Él se sentó en un restaurante que tenía sillas casi en la arena y se lamentó de nunca haber comprado unos lentes oscuros, el sol ciertamente lastimaba sus ojos y estaba tratando de olvidar que el dolor de la nuca le perforaba el cráneo. Pidió un café el muy desubicado y le sirvieron uno extremadamente dulce, lo cual no le importó.

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[014] - Agosto

Con un fuerte suspiro, asumió lo que estaba haciendo y trató de disfrutar el camino, pero el dolor en la base de la nuca empezó a presentarse. Sacó de su mochila una botella de agua que le había sobrado de la noche anterior y bebió de ella junto con una pastilla para migraña que cargaba. El dolor de la nuca no era ninguna migraña, sino el cuerpo que acostumbrado a su inusual rutina, le pedía sus pocas horas de sueño y reparo, pero él esta vez no le iba a hacer caso.

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[013] - Agosto

El camino tenía un sol de los de la música antigua de la casa, la luz caía sobre sus ojos con un atuendo naranja cuando tenía los ojos cerrados. Entonces como si todo hubiese sido un sueño despertó y se dio cuenta en donde estaba, que la chica de los cabellos largos seguía atenta a su libro sin percatarse de su entrometida presencia. Él nunca pensó que podría llegar a hacer algo así. Recordó el tramo que habían hecho como si hubiera sido parte del sueño, y fue cuando recordó los pequeños momentos que miraba la luz que golpeaba las cortinas de su habitación, comprendió que el impulso de seguirla y estar ahí fue el mismo deseo de salir y que el sol oscureciera un poco su piel y que tomara un tono más saludable, así como su vida.

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[012] - Agosto

Esta vez la vio parada en esquina, estaba sola y con ropa ligera y un bolso colorido, era obvio que llevaba un bañador debajo y que se dirigía a la playa, ojeando un libro y tomó un bus hacia el puente que llevaba a la carretera al sur. Aún dentro de su sueño, sólo actuó, se subió al mismo bus y pretendió no mirarla. Sólo la miraba de reojo, mientras ella leía atenta un libro que parecía estar en francés por el título. Llegaron al puente y bajo casi al mismo tiempo, dándole tiempo para que avance y no fuera tan obvio que la estaba siguiendo. La música seguía, era una canción electrónica un tanto pausada, con vacíos que permitían un transe medio dormido. Ella subió en otro bus que la conduciría a la playa, y al parecer a él también.

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[011] - Agosto


Uno de de esos días de los que parecían repetirse a diario, tomó la movilidad de todos los días y repitió su rutina, casi de memoria el mismo camino y cerró los ojos casi vencido por la hora. El sueño empezó pero esta vez era como una continuación de todo, reconoció las calles por las que iba y sabía que estaba llegando a casa. Sabía también que la vería de nuevo, una chica de cabellos largos y negros, ojos verdes que brillaban desde lejos, caminando apresurada por esta calle que ambos compartían pero nunca se habían cruzado, tal vez cuando eran niños.
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[010] - Agosto

Él se había dado cuenta que si no hacía algo se volvería loco, apestando en su cama sin tender y con platos debajo de la cama con hormigas caminando en fila india. Así que trataba de ocuparse a la hora en que se levantaba, un poco antes tal vez, sólo un poco. Sus horas de sueño eran indispensables para estar cuerdo, ya que si lo despertaban por algún asunto sin importancia, a su parecer, podía causarle un gran disgusto, lo cual le malograría todo el día. Esa noche sólo tuvo tres llamadas en el trabajo, lo cual le dejaba demasiado tiempo libre, el cual lo empleaba en tratar de leer algo o mirar fotografías de lugares distantes en la Internet. Muchas de estas fotos e historias que leía influían en sus sueños, los cuales ya casi nunca recordaba.

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[009] - Agosto


En su casa no había mucho que hacer, y casi nadie con quien conversar. Su madre era una mujer de baja estatura que hablaba rápido y corría de un lado a otro. Jano a veces trataba de sentarse a verla moverse de una habitación a la otra pero era difícil seguirle el paso, sólo ponía el radio en canciones antiguas, de esas sabor a sopa que sólo se escuchan en las casas cuando todos están trabajando o en estudiando, esas que tienen impregnadas el sol de medio día y el tiempo se detiene un poco, sólo un poco.

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[008] - Agosto


En un subconsciente que él no se recordaba, habían momentos en que despertaba temprano, como a las ocho de la mañana y miraba el resplandor que golpeaba las cortinas de su cuarto. Aún con la continuidad del sueño que estaba viviendo, pensaba miles de cosas que no se atrevía a afirmar despierto. Todo era silencio, así que lentamente volvía a dormirse sepultando esos pensamientos en su mente. Para cuando hubiese despertado ya lo habría olvidado.
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[007] - Agosto


Todos habían salido ya de la casa, su hermano y su padre trabajaban así que pocas veces los veía, y cuando tenía un día de descanso, paradójicamente se la pasaba durmiendo, no quería ver a nadie, no se le antojaba ver el sol, sólo a veces que por algún ruido lo despertaba temprano veía por la ventana el resplandor del sol que de seguro lastimaría sus ojos, que incluso rebotaría en su piel extremadamente pálida por la falta de sol. Su piel tal vez pedía sol, pero él no, vivía tranquilo en su realidad apartada, silenciosa y muy poco iluminada.

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[006] - Agosto

Salió de la ducha secándose el cabello, sobando la toalla un tanto fuerte, como tratando de despertar de una vez, había estado tratando de recordar el sueño que tuvo media hora antes, pero su memoria iba distrayéndose más con la realidad, la que en este momento le tocaba vivir, y cada momento iba recordando menos, ahora sólo tenía la imagen de un parque y gente gritando, pero apenas una mano sujetando la suya, nada más.

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[005] - Agosto


Era domingo… no… era lunes ya… la percepción del tiempo era algo confusa a veces, pero Jano ya estaba acostumbrado, se levantaba alrededor de las dos de la tarde y corría un día reducido. Era algo que lo molestaba pero aún no se había dado cuenta. El día tenía cuatro horas de sol y unas cuatro de noche; la madrugada del trabajo no la consideraba parte del día, porque rara vez interactuaba con otras personas, y si lo hacía, no era una hora apropiada para entablar una conversación, ni siquiera una relación de amistad o… algo más.


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[004] - Agosto


Fue una de las veces que despertó, tal vez fue el sol que caía en su rostro con impunidad absoluta al medio día. Luego de repasar el sueño que acababa de tener, intentando memorizarlo, ya que era consciente que después de un par de horas olvidaría cada detalle, luego volvió a dormirse rascándose la nalga. Horas más tarde despertó sentándose en la cama, mirando alrededor, como tratando de reconocer su realidad, que no era uno de esos sueños y vio que eran las cuatro de la tarde. Usualmente se levantaba a esa hora y era todo lo que necesitaba. Cogía una toalla y se metía a la ducha, dejando la música a todo volumen. Su día empezaba.

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[003] - Agosto

Esta vez sueña que llega a una ciudad lejana, hay una mujer que lo recoge del aeropuerto. No hace mucho frío, pero carga su maleta con inusual cuidado. Suben a un taxi y con un conductor anónimo, no tiene interés en él sino en los edificios que ve por la ventana mientras el vehículo avanza. La mujer sujeta su mano, sus manos sudan y no sabe por qué. Se siente nervioso, su mano libre siente que falta algo, el ipod no está, no hay música directamente en su oído, ya está acostumbrado a la presión del audífono, y la abstracción que siente mientras la música se vuelve estridente formando una burbuja a su alrededor. Ahora no había nada de eso, estaba con frío, expuesto a la mano sudorosa de la mujer sin rostro, y avanzando por una ciudad desconocida. De pronto escucha una explosión, el taxi frena de improviso y el conductor sale corriendo despavorido, voltea a ver lo que pasaba bajándose del auto aún con la mujer sujetando su mano. Ve a lo lejos explosiones y gente corriendo asustada, gritando en un idioma que no entendía. Se esconden en un parque, siguen las explosiones y la mujer llora. Él no sabe que hacer y cierra los ojos, hasta que una explosión se escucha cerca, casi en su oído y despierta. Era sólo un sueño, casi lo había sabido todo el tiempo.

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[002] - Agosto

Llega a casa finalmente, paga con sencillo al taxista y baja del auto con un dolor en la base de la nuca. Está fastidiado, tal vez es finalmente la hora que le anuncia que sus baterías andan bajas y que necesita descansar, pero no tiene sueño pero si ganas de soñar. Nadie lo recibe porque es temprano, saben que llega a esa hora y que entrará en la cocina para recorrer sin sentido el espacio, para encontrar algo que llame su atención, sino no comerá nada y se irá a su habitación, que lo espera con ese brillo de la mañana entrando por su ventana, encima de su cama tendida, ordenada, hasta incluso esterilizada. La escena es repetitiva, pero digna de una foto, de colgarla en la pared, está somnoliento, hasta zombie, y casi inconciente, teme pisar la fotografía que es su habitación a las siete con cuarenta y tres, que esa luz no es ni de mañana ni de noche. Finalmente se echa en su cama, destendiendo las cobijas con su cuerpo cansado. Está listo para soñar.

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[001] - Agosto

Las calles empezaban a despertarse después de una noche como la anterior. Las luces del alumbrado público aún estaban encendidas, lo cual era común por la hora, y eso le gustaba de alguna manera a Jano, quien juega con su ipod, buscando alguna canción que haga el camino más corto. Desde su ventana, mira las veredas un tanto húmedas; las caras de las personas, caras de siete de la mañana, que empiezan el día subiéndose a alguna movilidad para llegar a trabajar, dirigiéndose a sus rutinas diarias, que tal vez no diferían tanto de la de Jano. Pero había un detalle, Jano no empezaba la mañana yendo a trabajar, él estaba regresando de trabajar, e iba a casa a dormir.

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