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Las tardes después del nido, Liliana se la pasaba alimentando a la tortuga con plátanos que compraba a escondidas con dinero que sacaba de la cartera de su mamá. Le encantaba sentarse en el colorido lomo de la tortuga, que aún con su peso avanzaba lentamente, y mejor aún cuando se quedaba quietecita y con los ojos cerrados, le gustaba sentir que todo a su alrededor avanzaba, cambiaba.

Eso terminaría pronto, ya que el instante de sol rojo duró muy poco, vió las primeras estrellas y hasta a la nave espacial de lejos, luego de despedirse de la tortuga y del extraterrestre fue a que mamá la arreglara para dormir.

Esa noche soñó que la tortuga era inmensa y avanzaba por un valle verde y apuntaba a las estrellas, en su espalda había cuatro elefantes que gentilmente hacían malabares para no caerse. La tortuga se detuvo frente a ella, empapándola en un suspiro un tanto húmedo, y le contó el secreto del cielo rojo, lo cual hizo que Liliana se enamorara aún más del atardecer.

El cielo rojo es una travesura del sol, una despedida dramática para seguir opacando a la luna, ya que no soportan estar juntos. Pero la luna, que no queda contenta con tanta cursilería, lanza un manto lleno de estrellas sobre las cabezas de los pocos soñadores que tienen tiempo para perderse en psicodelias y romanticismos. Pero el secreto verdadero, es que el cielo rojo es un lienzo cósmico que, sin reconocerlo, el sol regala a la luna para tratar de hacerla sonreír; y cuando lo logra, la luna brilla plena iluminando aún más el firmamento.

Al día siguiente se levantó para despertar a la tortuga, que era muy dormilona a su parecer, pero no la encontró en el jardín. Buscó incansablemente por cada rincón de la casa sin éxito. ¿La tortuga se había escapado a las estrellas como en su sueño? De seguro se la llevó el extraterrestre de la nave espacial. En ese instante se dio cuenta que también se había llevado muchos de sus juguetes, habían desaparecido mientras ella dormía, pero ahora todo tenía sentido, el extraterrestre había secuestrado a su tortuga, y se había llevado sus juguetes (especialmente los que hacían más ruido).

- Continúa -

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