Las ciudades están plagadas de animales de malas costumbres y soy uno de ellos. Las necesidades innatas mueven sus pasos y sus decisiones. Llegué a esta pequeña ciudad más por curiosidad que por error, sus particularidades eran muchas; diferentes a las demás, todos dormían a una determinada hora y compartían similitudes dentro de su individualidad. El perímetro de la ciudad estaba cercado por un rectángulo perfecto y los habitantes no parecían percatarse de mi presencia. Yo sólo entraba de noche para no levantar sospechas, paseaba por sus calles y miraba por sus ventanas. Podía entrar incluso a sus casas, porque las puertas estaban abiertas, era un invasor.
Cuando caminaba exhausto después de devorar sus alimentos y usar sus cosas, me sentaba en algún sofá o cama disponible y cerraba los ojos satisfecho, a veces me quedaba dormido y era sorprendido por la luz del sol, pero me daba cuenta a tiempo para regresar y que nadie me viera. En esas veces que caía rendido, recuerdo vagamente que soñaba algo extraño, y podría afirmar que cada cierto tiempo se repetía el mismo sueño, pero sólo pasaba cuando estaba en estas calles, estas casas, pero parece que últimamente me persigue, incluso bajo mi propio techo.
(continúa...)
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